El hecho de envejecer, al menos en la cultura occidental, es casi una sentencia de muerte. Está muy dentro de nuestro imaginario colectivo todos estos estereotipos que, a como yo lo veo se me hacen completamente insulsos y con como una camisa de fuerza que muchas veces no te dejan avanzar en tu vida o desarrollo personal por un "deber ser imaginario" pero exigente en una sociedad generalizada y casi uniforme de pensamiento en este aspecto.
Detesto como hay estos conceptualizaciones de las o los mujeres u hombres solteros con perrhijos o gathijos como candidatos a ser asesinos seriales, por ejemplo. O esta circunstancia de que lo nuevo es mejor que lo viejo y en defensa se responde romantizando épocas anteriores diciendo que antes las cosas eran mejor, tal vez algunas cosas y sobre todo en estos momentos de la humanidad en la que al parecer estamos en decadencia, en fin.
Así también nos podemos ir con cada aspecto de una persona como su belleza, entendiendo que la juventud es bella y la madures o senectud es carente de ella, como si esa característica sea eternamente obligatoria para ser persona merecedora de yo no sé qué...
La velocidad se entiende en muchos casos como mejor e incluso necesaria y esta, siendo propia de la juventud por obvias razones. Spoiler, no aplica en todo, podría considerar que es mejor en todos lo casos, donde hay ocasiones que la paciencia y tomar tiempo en ciertas cosas sería más aplicable.
Pero al menos en donde yo vivo, pareciera que todo lo queremos para la semana pasada y pues siempre vamos tarde con todo e irónicamente el estrés te oxida y envejece más.
Cumplir años: el drama de llegar a los 40 y más allá
Ah, cumplir años. Ese momento mágico en el que te das cuenta de que ya no puedes fingir que tienes 35, a menos que vivas en un universo paralelo donde los filtros de Instagram sean la realidad. Pero no, aquí estamos, en el mundo real, donde cumplir 40 o más años es visto como una especie de sentencia: el inicio del fin, la puerta de entrada a la "edad madura", ese eufemismo elegante para decir "ya no eres joven, pero tampoco estás lo suficientemente viejo como para que te tengan respeto" por lo que te molestas si te dicen señor o señora.
El complejo de cumplir 40+ es un fenómeno fascinante. Por un lado, la sociedad te dice que deberías estar en la cima de tu carrera, con una familia perfecta, una casa impecable y un cuerpo que desafíe las leyes de la gravedad. Por otro lado, tu cuerpo te recuerda amablemente que ya no puedes comer una orden de tacos de trompo a las 2 de la mañana sin sufrir las consecuencias digestivas durante una semana. Y no hablemos de esas canas que aparecen de la nada, como si fueran pequeñas banderas blancas que tu cuerpo ondea para rendirse ante el paso del tiempo.
Los psicólogos han estudiado este fenómeno hasta el cansancio. Según Erik Erikson, famoso por su teoría del desarrollo psicosocial, a los 40 años entramos en la etapa de "generatividad vs. estancamiento". Básicamente, es el momento en el que te preguntas si has logrado algo significativo en la vida o si solo has estado acumulando facturas y recuerdos borrosos de fiestas que no deberías haber asistido. Erikson sugiere que, si no encuentras un sentido de propósito, podrías caer en una crisis existencial. ¡Gracias, Erik, por recordarnos que no solo estamos envejeciendo, sino que también podríamos estar fracasando como seres humanos!
Pero no todo es tan dramático. O tal vez sí. La psicóloga Susan Krauss Whitbourne, en su libro *The Search for Fulfillment*, menciona que la mediana edad es una época de "reevaluación y reinvención". Es decir, es el momento perfecto para darte cuenta de que tal vez no te gusta tu trabajo, tu pareja o incluso cosas clave en tu vida como tu corte de cabello. Y, aunque suene desalentador, también es una oportunidad para cambiar lo que no te hace feliz. Claro, siempre y cuando no te importe que la sociedad te mire con lástima mientras intentas reinventarte como un hippster artesano de cerámica o influencer de yoga a los 45 años.
Y no podemos ignorar los prejuicios que rodean a la edad madura. En un mundo obsesionado con la juventud, cumplir 40 es como convertirse en invisible. Los anuncios publicitarios ya no están dirigidos a ti, a menos que estén vendiendo cremas antiarrugas o seguros de vida. Las redes sociales te bombardean con imágenes de jóvenes perfectos que parecen no envejecer nunca, mientras tú te preguntas si deberías invertir en Botox o simplemente aceptar que tu rostro ahora tiene más líneas que un mapa del metro de la CDMX.
Pero, ¿qué hay de los retos? Ah, esos retos. A los 40, te das cuenta de que ya no puedes saltarte el gimnasio sin que tu cuerpo te lo recuerde con dolores inexplicables. También descubres que las palabras "metabolismo lento" no son un mito, sino una cruel realidad. Y, por supuesto, está el desafío de mantenerte relevante en un mundo que parece moverse a la velocidad de la luz mientras tú todavía intentas entender cómo funciona TikTok.
PEEEERO, no todo es malo. Te dicen señor o señora, y aun que algo dentro de ti muere un poco en cada ocasión, los 40+'s nos dan el derecho de decír: "...a que muchachitos tan pendejos..."
En resumen, cumplir 40 (o más) es como subir a una montaña rusa emocional. Por un lado, tienes la sabiduría y la experiencia que solo los años pueden darte. Por otro, tienes la presión social, los prejuicios y los dilemas psicológicos que te hacen cuestionar cada decisión que has tomado en la vida. Pero, como dice la famosa frase de Coco Chanel: "La edad no es más que un número, a menos que seas un queso". Así que, si estás por cumplir 40 o ya pasaste por ahí, recuerda: no estás envejeciendo, ¡estás volviéndote clásico!
**Referencias:**
- Erikson, E. H. (1950). *Childhood and Society*. Norton & Company.
- Whitbourne, S. K. (2010). *The Search for Fulfillment*. Ballantine Books.
- Chanel, C. (s.f.). Citada en *The Little Book of Chanel*. Carlton Books.
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